El fin de Internet

Este artículo, interesante y preocupante por igual, apareció el 9 de Febrero de 2014 en el Neue Züricher Zeitung, uno de los más importantes periódicos suizos. El original puede encontrarse aquí. La traducción y los enlaces son míos.

La utopía de la aldea global

Paul Fehlinger, un joven licenciado en ciencias políticas, se rasca la cabeza cuando se le pregunta sobre el estado de salud de Internet. Luego se acarica la barba. Piensa. Es una cuestión complicada: él quiere que Internet esté bien. Esa es la misión de la organización que ha ayudado a fundar, pero últimamente, cumplir esa misión se está tornando cada vez más difícil. “Una internet libre y global no es un fenómeno natural” —termina diciendo Fehlinger— “El futuro de la existencia de la Red Global no está garantizado de ningún modo.”

Y sin embargo, esa fue la idea que le dio origen a la World Wide Web: de repente, todo el mundo se encontraba a un click de distancia. Perecía como si todos pudiéramos participar de un crecimiento sin límites. Hoy hay dosmil setecientos millones de usuarios de internet. Mercados sin límites, amistades sin límites, todos podíamos conectarnos con todos. “Worldwide”, ese fue el espíritu de la época en la que creció Fehlinger. En las universidades los estudiantes se comunican con los directores de las grandes empresas. Desde pakistán un campesino twitteó la captura de Bin Laden al resto del mundo. El valor de Internet radica en la no existencia de límites.

Pero ahora, la World Wide Web se está desarmando. Se quiebra. Las empresas y los referentes de la denominada “sociedad de la tecnología” hablan de la “fragmentación” de la Web. La organisación de Paul Fehlinger, “Internet & Jurisdiction Project” es una de las que quieren luchar contra ese fenómeno.

Señales de alarma de Google y Cía.

El proceso de disolución es tan dramático que en diciembre último los gigantes de Internet se unieron en un llamado a la opinión pública: competidores descarnados como AOL, Yahoo, LinkedIn, Google, Apple, Microsoft, Twitter y Facebook, se unieron en una alianza hasta hace poco impensada, y publicaron una carta abierta conjunta en forma de solicitada en diferentes medios de alto alcance —como el New York Times—, dirigida “a los gobiernos del mundo”, en donde abogan por “evitar conflictos entre los gobiernos y las legislaciones nacionales” así como por el “respeto por el tráfico de datos internacional”

Disparador principal de esta señal de alarma y responsable de la fragmentación incipiente de la Red fueron, sin duda, las terribles revelaciones sobre las tareas de espionaje llevadas a cabo por el servicio de inteligencia americano NSA. De un golpe, todos entendimos lo codiciadas que son las huellas que dejamos en Internet. Representan poder y capital al mismo tiempo. Y no solo las grandes empresas o el servicio de inteligencia norteamericanos recolectan datos; También China, Rusia, Corea del Norte o Siria nos espían sin miramientos. Es como si hubieramos entendido, de pronto, que estamos todos desnudos.

La consecuencia de todo esto es una competencia fatal entre Estados, Empresas, Idividuos y sus vigilantes. Los que pueden se esconden, huyen o se cubren con una infranqueable armadura de algoritmos de encriptado. Internet, la comunidad global de la transparecia, se está rompiendo.

La ruptura se produce en tres frentes: en primer lugar se forman redes paralelas dentro de internet, que no son de ningún modo abiertas o globales como lo era hasta ahora la World Wide Web, a las que las máquinas de búsqueda ya no pueden acceder. Una de las más populares es la red ToR, a la que se puede acceder por una especie de “puerta especial” en Internet. Una vez derntro, se borran (o por lo menos, se confunden) automáticamente las huellas dejadas por clientes y servidores. Lo que comunmente se conoce como Darknet está formada por redes cerradas y anónimas, buzones muertos y áreas protegidas a las que sólo pueden acceder algunas personas. Y finalmente, la Deep Web, cada vez más voluminosa, una red difícil de encontrar, en dónde desaparece mucha de la información que antes aumentaba el valor de la Internet abierta, de la Internet para todos.

En segundo lugar, muchos de los usuarios que ya no le confían todo a Internet, abandonan paulatinamente sitios como Facebook y comienzan a usar otros canales de comunicación, más directos y más íntimos, como por ejemplo el WhatsApp, una aplicación para Smartphones que permite intercambiar mensajes de texto e imágenes. La información viaja a traves de internet, pero escondida de la vista del público.

En tercer lugar —y este es el dato más preocupante— hay cada vez más países que se desconectan del libre flujo de datos y comienzan a erguir límites en torno a “su” Internet, con la excusa de “proteger mejor” a sus ciudadanos. A principios de Septiembre, cuando se dio a conocer que EEUU espiaba a los líderes políticos de México y Brasil, Dilma Rousseff se enojó tanto que canceló un viaje diplomático a aquel país. Tres semanas más tarde, durante un discurso en las Naciones Unidas, declaró prioritaria la promulgación de un “Marco Civil de Internet en Brasil”.

Este “Marco Civil de Internet” es un ejemplo paradigmático de la feroz propaganda de un número cada vez mayor de gobiernos que apunta a la “soberanía de la información”. Si se llega a promulgar el “Marco Civil”, todos los que deseen aparecer en el “Internet de Brasil” deberán, en un futuro no muy lejano, hospedar sus sitios en servidores brasileros. Además, se limitará de forma considerable el libre flujo de datos, y los proveedores de contenidos web podrán ser obligados a tener un representante legal en el país. Eso significa que el Blog de un activista opositor ucraniano o el de una periodista egipcia no podrán ser leídos en Brasil, a menos que paguen un representante local.

En Alemania también se habla de una “salida”

Apenas diez días después del discurso de Rousseff en las Naciones Unidas, se produjo un incidente similar protagonizado por Alemania, el segundo mejor amigo de Noreteamérica. Cuando a principios de octubre se conoció la noticia de que el teléfono celular de Angela Merkel había sido intervenido por los servicios de inteligencia norteamericanos, la primera reacción de la canciller alemana fue poner en duda la amistad germano-americana. Poco después se dieron a conocer los detalles de un plan para la creación de una “Internetz” específicamente alemana. “La Deutsche Telekom busca (…) construír una internet puramente alemana, en la que los paquetes de datos sean transferidos por canales nacionales, si el remitente y el receptor se encuentran dentro del territorio nacional”, escribió Der Spiegel.

Así, una de las naciones que produce el mayor volumen de tráfico en Internet, comenzó a hablar de una “salida”. Solo hay que instalar “un nodo de datos más” para poder disfrutar de una “internet independiente”, se dijo. “German-net” dicen algunos, no sin ironía. Representantes del correo elaboran planes para introducir el “Deutschlandmail”, un eMail supuestamente inviolable y vinculado al documento nacional de identidad. Poco antes, Irán había presentado proyecto similar.

Este tipo de Sub-Internets, más o menos custodiadas por los estados nacionales, ya existen hoy por hoy en países como China, en donde la libertad de expresión está fuertemente controlada y quienes aparentemente monitorean todo el tráfico que entra y que sale con la ayuda de cientos de miles de censores. Una situación similar encontramos en Corea del Norte, Irán, Baréin, Vietnam o Arabia Saudita. Si algo podemos confirmar con la ayuda de estos ejemplos, es que para el desmembramiento del Internet no existen problemas de índole tecnológico.

La ONG norteamericana Freedom House determinó en un estudio sobre censura en Internet del año 2013 que más de un cuarto de las naciones de todo el mundo no cuentan con una internet libre. Y la tendencia va en aumento. También Rusia está “blindando” la intenet rusoparlante, la “Ru-Net”, en un proceso que comenzó hace mucho tiempo. El argumento oficial es el de la “lucha contra el terrorismo”. En Turquía, la semana pasada se promulgó una ley que le concede al gobierno una ampliación considerable del control que puede ejercer sobre los contenidos publicados en la red.

Como puede observarse, este tipo de “islas en la Red” existen hace mucho. La novedad radica en que estos ejemplos se están convirtiendo en modelos para los estados democráticos, están pasando a ser una nueva “normalidad”. El dia ocho de enero de este año, la comisión europea que debía investigar el escándalo de la NSA y elaborar una reacción adecuada a nivel europeo, publicó un informe en donde recomienda dos cosas: la anulación del acuerdo más importante sobre intercambios de datos con los EEUU y la “IT Independence”, o sea: la creación de una red de datos autónoma para los estados y para la Unión Europea en su conjunto.

Paul Fehlinger le teme a esta “nacionalización” de la internet. La Red no es “internacional”, sino que se construye con acuerdos “transnacionales” de actores no gubernamentales. No es “internacional” en el sentido de “entre naciones”. Los inventores de la web no tomaron en cuenta las fronteras nacionales cuando la construyeron. “Si comienza ahora una carrera nacionalizante entre los Estados y todos levantan barreras sin ningún tipo de coordinación, será el fin de la Internet global tal como la conocemos” —dice Fehlinger.

Navegar, pero con Visa.

No sólo la economía mundial basada en una red abierta se vería amenazada; los emprendimientos globales como Twitter o Tumlbr no podrían haber nacido nunca si hubieran existido esas costosas “barreras de entrada” como la obligación de hostear los datos en cada país del mundo. Para los ciudadanos podría convertirse en realidad la visión de Eric Schmidt, director general de Google, quien a principios del 2013 advirtió que algún dia podría implementarse la “visa” para la web: sin la autorización de los respectivos Estados nadie podría navegar en “sitios extranjeros”.

Todavía hoy hay gente en los EEUU que se ríe del expresidente George W. Bush, quien hace algunos años utilizó varias veces el plural para referirse a la Internet. Sus dichos sobre “The Internets” se convirtieron en motivo de burla popular. ¿Más de una Internet? Parecía un chiste.

Hoy todos sabemos como funcionan las fronteras nacionales en la Red. Son los videos bloqueados que pueden verse en algunos países sí, y en otros no. Los redireccionamientos automáticos, que transforman las direcciones “.com” en “.ch” sin que podamos evitarlo. Los Estados y las empresas pueden determinar el origen geográfico de los usuarios y bloquear regionalmente los contenidos de un sitio web. Y como en el mundo físico, las froteras no son siempre visibles. Algunas cosas, simplemente, desaparecen. Twitter bloquea contenidos para adecuarse al derecho y a las costumbres de ciertos países, de forma permanente. China muestra mensajes de error cuando se intenta acceder a contenidos prohibidos. En ese país la máquina de búsqueda de Google funciona tan lentamente que muchos prefieren usar la altermativa nacional Baidu (que, por supuesto, filtra los contenidos de acuerdo a los lineamientos dictados por el Régimen). En WeChat, la red social más importante de China, los usuarios reciben advertencias al intentar seguir determinados enlaces. Así de simples son las fronteras reales de Internet.

El primer indicio sobre lo que está pasando actualmente con la web llegó en octubre del 2013 desde la capital uruguaya. Pero sólo un puñado de blog de entusiastas de la tecnología se hicieron eco de ello. En Montevideo se reunieron diez de los más importantes directores técnicos de la Internet para celebrar una reunión extraordinaria: representantes de Asia, Africa y Latinoamérica, el siempre elegante libanés Fadi Chehadé, presidente de la ICANN, (la organización que controla los Dominios, o sea: los lugares de la Red), así como también el americano Jeff Jaffe, director del “World Wide Web Consortium W3C” , la organización que determina las reglas del HTML, o sea: las “Leyes Naturales” de la Internet. El pequeño grupo discutió, tras puertas cerradas, cuales son los peligros futuros para la web. Y llegó a una conclusión inquietante: el futuro de la web se ha vuelto incontrolable. El 7 de octubre, el grupo publicó una advertencia para la opinión pública mundial: la fragmentación de Internet es un peligro real.

Desde un punto de vista técnico, Internet es una “Red de Redes”, una serie de “islas” distribuídas decentralmente y conectadas entre sí mediante cables por medio de los cuales intercambian datos escritos en un código común. Lo que hace de esta red a la “World Wide Web” es el hecho de estar abierta y disponible para el mundo entero. Este tipo de construcción es lo que la torna tan estable; pero aún cuando pueda soportar catástrofes naturales como las de Fukushima, al final del cable siempre hay personas. Depende de personas. El ex-dictador egipcio Mubarak, por ejemplo, simplemente desconectó a su país de Internet en 2011, cuando comenzó a molestarle. Lo único que tuvo que hacer fue desenchufar algunos nodos de ese país: lista la desconexión.

¡Cómo pudimos ser tan ingenuos!

“Internet” —dijo una vez Tim Berners Lee, creador del HTML y padre de la web— “es un invento social, no tecnológico”. Quizás por eso sea más frágil en el nivel humano. “Internet es una sociedad de confianzas mutuas” —dice Markus Kummer, vicepresidente de la Internet Society, uno de los gremios centrales de la comunidad de Internet— “En esencia está conformada por una serie de acuerdos informales, muchas veces no escritos, entre las organizaciones que se ocupan de las cuestiones técnicas, los Estados que defienden intereses jurídicos y las empresas como Cablecom o la Deutsche Telekom. Y la confianza es la base de cualquier contrato”. Ahora esa confianza se ha visto golpeada, y la reacción natural después del Shock es “intentar protegerse y levantar muros”

Los servicios mundiales de internet como Google, que nacieron y pudieron florecer insertos en medio de esa “Ecología de Red Global” que está a punto de desaparecer, podrían encontrarse al borde de una larga lucha por la existencia y temen pérdidas de miles de millones. Y también existen aquellos que tienen un interés concreto en una nueva forma de proteccionismo: máquinas de búsqueda regionales, empresas de seguridad web, servicios de hosting de datos. Una de las compañías más importantes de telecomunicación suizas, Swisscom, anunció en octubre pasado sus planes de ofrecer una “nube de datos suiza” dentro de los límites nacionales. “Los Estados también podrían beneficiarse” —dice Robert Carolina, el famoso abogado de derecho de la propiedad inglés— “Internet ya está fragmentado. Y los Estados ya tienen por fin las herramientas tecnológicas para cumplir con su obligación de proteger la propiedad de los ciudadanos”. Activistas informáticos como Daniel Domscheit-Berg, conocido por su trabajo junto a Julian Assange para WikiLeaks, se horroriza con sólo pensarlo: “Lo que vemos aquí es la lucha del antiguo órden contra el nuevo mundo. Los Estados quieren volver a tener el control, a toda costa.”

La insistencia del presente es a veces mayor que la fuerza de atracción del futuro. Las persistentes quejas de la industria y la política sobre las transformaciones que trajo consigo la web parecen haber llegado a su fin: la época de las utopías ha terminado, dice Carolina: “Ya no hay retorno. Algún dia miraremos hacia atrás y recordaremos aquellos tiempos, cuando pensábamos que la Red no conocía fronteras, y nos preguntaremos ¡cómo pudimos ser tan ingenuos!”

Paul Fehlinger, como tantos otros integrantes de la comunidad tecnológica de la web, quiere salvar la visión de la Red sin fronteras. Cree que si todos nos sentaramos a una misma mesa podríamos elaborar un nuevo sistema jurídico para salvar la web. “Lo que necesitamos es una especie de nueva Paz de Westfalia, necesitamos mecanismos de mediación entre los Estados, las empresas y los usuarios, para que la Red no termine dividiendose con límites artificiales y políticos”

Otros creen que la época de la WWW ha acabado irremediablemente. Y ya comenzaron con el trabajo de construir una nueva infraesctructura; por ejemplo las Mesh-Nets: redes privadas de computadoras conectadas mediante frecuencias de radio que están comenzando a aparecer en los EEUU, Europa y América Latina y cada vez cuentan con una mayor cantidad de usuarios. En este tipo de infraestructura descentralizada cada computadora hace las veces de un nodo de datos: como ya no hay nodos centrales, pueden prescindir por completo la antigua Internet. Son las nuevas “Internets”.

En plural.


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